De la Meca a la Aceca con mis Arcabuceros

El pasado otoño tuvo la atención de invitarme D. José Cuesta, de Cacerías Cuesta-Toledano, a la finca de su familia del término de Villaseca de la Sagra ( Toledo ); en ésta se encuentra un castillo medieval, Castillo de la Aceca, residencia que fue de Doña Berenguela. Desde la Meca de Quintana partí con mi hijo José Vicente.

  En Don Benito cambiamos el remolque al coche de J.A. López Montero, y en Trujillo recogimos al señor Moriche de Cáceres,  sus podencos los metimos en e remolque. Y camino de la Aceca, en Talavera de la Reina nos esperaba Anselmo, que con su cámara hace grabaciones para el canal de Digital-Plus caza y pesca y que nos acompañaría para compartir el día y grabar a los perros.

El tiempo estaba con una niebla que no se veía “un burro a tres pasos”. El viaje era amenizado por la melodiosa voz de la señorita del GPS.-“ Gire acá, gire allá, banca de niebla, curva a cien metros, etc...”. ¡ Uf, vaya tía sabiendo!.

  Llegamos al punto de encuentro, saludos, presentaciones... El señor Cuesta me pareció y es más joven de lo que yo esperaba, la mar de educado y atentísimo durante toda la jornada.

  La finca está enclavada en la ribera del Tajo, excelente de conejos y labor; por la niebla empezamos a cazar cerca a las once de la mañana en un arroyo de tamujos y zarzas. Los podencos echaban bastantes conejos, pero se encerraban enseguida, pues era todo un puro vivar. Me causaron una fuerte y grata impresión los barrancos y acantilados que los siglos han erosionado en esa parte de la finca, y en algunos momentos me pareció estar cazando en el Gran Cañón de Colorado. Siguiendo el arroyo llegamos a unos juncales y carrizos, los más espesos y grandes que he visto en mi vida, allí hubo varias ladras, muy largas, con pérdidas y rehalles; yo fallé un conejo en el que me estorbó El Piloto; de todas formas la mandé un par de soplillazos, que no dieron resultado. Moriche mató varios y López le sacudió tres pipazos a un bando de palomos zuritos, que si los coge más cerca no podemos con ellos; así y todo, cobró unos pocos y quedo la finca sembrada de zuritos plomeados. En un cerro próximo me salieron varios, y en una asomá, se arrancaron dos que los tiré a tierra uno con cada caño,  los arrimaron la “Clarita” y la “Fina”. Un lance muy bonito que no pudo grabarse pues Anselmo estaba por otro lado, y yo llamándolo para que al menos tomase a las perras que venían tras de mí con los palomos en la boca. Pasado bastante tiempo les tomé las piezas. Un poco más adelante, en presencia del Sr. Cuesta y mi hijo, maté un par de conejos en un ribazo, uno de ellos  al “Ali-Baba”, que le hizo una faena excelente, pues era un macho viejo que lo perdió y la rehalló varias veces ¡ Si no llegan a estar encerrados, allií cargo un burro yo solo!. Conejos miles,  pues es un serio problema para la agricultura de esta parte de la finca que es un gran  vivar el cerro que por la parte de solana, tiene unas setenta u ochenta hectáreas. Es todo una boca  o agujero, y había tacos de cartuchos para cargar un camión, basta decir que en un metro cuadrado podría haber veinte o treinta tacos. ¡Las escabechinas que no se harán en el cerrito!.

De allí partimos a la preciosa y cuidada casa cortijo en la misma orilla del río, que desde la terraza donde estuvimos comiendo y desde donde se pueden tirar los tiros que quieras al paso de aves. Nos acompañó el padre de José, un señor mayor muy simpático y cariñoso que no quiso probar el chorizo de oveja que llevé de mi tierra, aunque sí le gustaron mucho las aceitunas aliñadas por Moriche, el licor de moras de zarzas que  fabrica, aunque   también  hace uno de higos chumbos ¡ que se la levantan a un tieso!.

José nos contó que en una de las muchas fincas que gestiona había matado este año en rececho doce venados medallas de oro y en una finca en la provincia de Madrid, hace algunos años no se cuantas miles de palomas en una tirada, y otra de zorzales de miles también. Yo estaba atónito y mareado entre el rioja y estas cantidades que sacan a cualquiera de su sitio. Con esto, algún chiste de López y unas fotos pasamos un rato gratísimo.

   A eso de las tres de la tarde, empezamos a cazar en la vera de la casa, allí mismo hay una planta que yo no conocía, parecida a la retama, y que en Cáceres le llaman “leña del diablo”, ¡ vaya como les puso los hocicos a los perros!...y ahora va la guinda del día:

   “Sacaron los perros un conejo que no rompía para fuera del fuscal, y venga a capear arriba, abajo, jai. jai, y  nada... López que estaba delante, cortando, me dice a voces: ¡ anima a los perros coño!, no faltó más, al conejo lo acosaron y se tiraría al agua o se dejo caer a un barranco de unos dos o tres metros. Allá se tiró la “Fina” y detrás dos cachorras, una blanquita “la Gordi” y la “Arcabucera” de Moriche. Al rato, me dice:      - Paco la perra no viene, algo pasa...Efectivamente, nos asomamos con no poco trabajo a la orilla y allí estaban en la barranca, la maestra con el conejo en la boca, las cachorras al lado tiritando y llenas de barro. El asunto era grave, pues el río presentaba una gran crecida y era necesario bajar  a socorrer a nuestros perros. Acordamos que se agarrara Moriche a mis pies, yo tumbado en el suelo, y a la vez a mí me sujetaba José. Así lo hicimos, se dejo caer  a la orilla cedió la tierra, y por poco no va al agua, pero enganchó a su perra y la sacó. Las mías como no le conocían mucho, en vez de venir a él, huían. ¡ Que hacemos, y yo decía: - ¡ Anselmo por tus mulas , graba esto !. Decidimos coger a  mi José Vicente, dejándolo caer por el barranco, cogido cada uno de un pie, y así sacar para arriba a niño y a los perros. Al niño le pareció fenomenal, y allá que fue, cogió a la Gordi y para arriba, después a la Fina por el collar y a mitad del camino, por la presión soltó el conejo. ¡Me cago en la puta leche que se quedó allí!.

Todo esto lo grabó Anselmo y espero que algún día lo podamos ver en la televisión y disfrutar de esta anécdota que nos ocurrió. Luego se pinchó una rueda del remolque, y entre unas cosas y otras llegamos de la ACECA A LA MECA a la una de la madrugada. Desde las cuatro de la mañana, nos estuvo mal la peonada.

Un saludo podenquero.

Artículo publicado en la revista Trofeo.

                                      Francisco Rodríguez Dávila.